Una de las tantas pasajeras del mundo. Esta es mi mirada a las cosas que pasan conmigo, en Lima, y -si me entero- en el resto del planeta también.

3/18/2010

Calor de hogar

Hoy tengo a mamá en casa. Después de muchas horas de insistencia en el teléfono, accedí a que me acompañara esta noche pues mi querido esposo está de viaje y yo me he quedado solita en mi hogar de Pony.

Ya había olvidado el calor maternal que me proporciona esta linda señora. Después de contarme emocionada sobre sus nuevas clases de Tai-Chi, calentarme un plato del sabroso estofado de pollo que trajo para mí y ofrecerme una taza de manzanilla caliente, está sentada a mi lado, durmiendo en el sofá.

Al verla, recuerdo la de veces que ella me vió durmiendo a mí en sus piernas cuando vivíamos juntas. Yo caía rendida con su potente somnífero: piojito en la cabeza para tener dulces sueños. La veo y recuerdo la vida familiar con ella, papá y hermana. Los paseos al campo, cuando bañábamos a las mascotas (cada uno tenía su rol, yo era la que abrazaba al perro o al gato con una toalla al terminar de bañarlos), los tamalitos del desayuno y sobretodo los largos debates en la mesa para obtener una moción mayoritaria que me permitiera un aumento de propina o irme de fiesta todo el fin de semana. Todo esto lo hacíamos los domingos, día en que estábamos todos y sólo nosotros, sin terceros.

Los sábados, en cambio, era el día de hermanas. De pequeñas nos la pasábamos jugando con las muñecas recortables, viendo Cool McCool o el dibujito de Los Beatles. De grandes, conversábamos de la vida, ella hacía salchipapas con papitas al hilo y palomitas de maíz para ver alguna pela de kung-fu en canal 2. Lo que más extraño de esos días son los almuerzos interminables jugando a remedarnos. Una vez nos pasamos 4 horas imitando las gracias que hacía la otra, terminamos en el piso matándonos de risa. Ni qué decir de su talento para inventar las voces de nuestras mascotas, cada uno con una voz y personalidad distintas y ¡con una historia diferente! Otto era miembro de una logia secreta y Kid iba todas las noches al "Crazy Cat".

Lo que también recuerdo de esa época es la cantidad de "cariñismos" que ellos hacían derivar de mi nombre de pila. Para ellos pasé de Paolita a Payolita, Payoliña, Payoyina, Pacholita, Payo, Payito, Payolín, Yoya, Yoyina, Yoyastra, etc. Ni qué decir de papi cuyo nombre es Miguel, pero en algún momento fue Ñoñito, Ñiño Goyito o Chanchín. Mi familia no se andaba con cursilerías, te decían te quiero cada día con un "cariñismo" diferente.

He ahí que yo también le pongo los nombre más raros a la gente que más quiero. No, no voy a describir lo que le digo a Alfre, pues si sus amigos leen esto me mata. Sólo citaré como ejemplo que mi sobrina Emilie pasó mágicamente de Emi a Semillita. Hagan ustedes el ejercicio de empezar con un nombre y terminar con el otro.

Otra cosa que recuerdo de aquellos días familiares es que no había sábado en que no recibiéramos la visita de un amigo o alguna prima con los que también charlábamos por horas. Mi casa era como un imán, la gente se sentía cómoda, bienvenida.

Cuando empecé a salir con Alfre, me gustó descubrir que su casa tenía ese mismo imán con la gente, es de esas casas que reconfortan, que alivian. También ellos tenían su modo peculiar de nombrar a los que quieren, en diminutivo: Paolita, Rojita, Anita, Luchito, Alfredito, Rosita, Elsita. Así tenga 60 años, seguiré siendo Paolita para ellos. Me gusta, me hace sentir parte de ellos también. Diré que los chicos de esta familia también su propio estilo de quererse: Chuncho, Indio, Chawara, Blanca...

Me gusta pensar que nuestra casa, la de Alfre y la mía, tiene también ese imán. Me gusta creer que mi casa es una que reconforta y que alivia, no sólo a nosotros sino también a los que más queremos. Me encanta mi casa en las mañanas cuando la luz entra tímidamente por las ventanas y todo se ve blanco. Me encanta mi casa cuando se está yendo el sol, cálida y violeta. Me encanta mi casa de noche cuando el viento refresca. Me encanta, sobretodo, los sábados cuando vienen los amigos y los domingos albergando almuerzos familiares.

Mamá sigue durmiendo en el sofá. Ahora me toca a mí despertarla suavemente para que se vaya a dormir y desearle dulces sueños con un besito. Después de lavar los platos, echar llave a la puerta y apagar las luces, iré a la cama deseando que llegue pronto el fin de semana...
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5 comentarios: on "Calor de hogar"

Queque dijo...

falta la de zpallines, y a mi tambien me encata nuestra casa

Pao dijo...

Zapallines es un secreto que tienes conmigo y nadie lo sabrá... vivirá escondido una eternidad...

Tu hermana dijo...

Que recuerdos !!!... eso de las salchipapas viendo peliculas de kung fu ???... no me gustaba en kung fu pero si las salchipapas. Emi es emiliana, emilina, emilouche, emilin lin lin, memilin etc etc etc... Lo contrario a ti, yo quisiera q mi casa fuera acogedora pero nadie viene :o(, no tenemos amigos o los que tenemos viven muy lejos. Saludos a Alfredin

Fernandote dijo...

Jejeje.. Pao... me gusta la canción Casa de Natalia Lafourcade... Siempre es bueno ir a tu casa... jejeje... eres buena anfitriona.. =P
Saludos...
Fernandote

Pao dijo...

Fer, como que tenemos los mismos gustos....