Hoy no fui a trabajar, comer tanto chifa más las alitas tres sabores de ayer me colmaron y la panza me dijo hasta aquí llegó mi amor. Tirada en la cama, y si no voy al baño, checo mis e-mails, corrijo este blog y hago zapping. Las noticias, los magazines, los realities, las telenovelas… ya es hora de almorzar y bajo a la cocina para hacerme una sopita o un pollo hervido.
En el camino me encuentro con las toallas colgadas en las barandas de la escalera. “Alfre, te voy a matar”, refunfuño. Bajo las escaleras, entro a la cocina y me encuentro con el lavadero inundado de platos y tazas de hace dos días y en la barra del desayuno todavía está la jarra llena del jugo de naranja que hice ayer y no quiero ni mencionar lo repleto que está el tacho de la basura…
Alguien tiene que arreglar este desastre, pero un momentito… no puedo llamar a Rosita (quien nos ayuda con estos avatares) pues está de vacaciones desde hace 3 semanas (cuando se fue dijo que sería sólo por una semana, ja!), ni a Mario (Rosita’s back up), él nos dijo que no podía venir hasta el viernes… ¿A mi mamá?, Ni hablar!!! Uno porque como estoy enferma me va a sermonear por comer en la calle, dos porque la tendría acá toda la semana y tres porque supuestamente ya soy una adulta que baila con su propio pañuelo, casada y todo.
O sea, ya aprendí que las cocinas no se limpian por generación espontánea, ni que las toallas van solitas al tendal (secador de toallas no tenemos todavía), ni que las camas se tienden solas. Y eso lo aprendí dolorosamente el día aquél en que por primera vez regresaba del trabajo a mi depa de soltera. Ni bien abrí la puerta, descubrí que todo lo que había dejado tirado en la mañana, seguía ahí!!!! Con tacos y agotada (en esa época tenía dos chambas), yo solitita tuve que ordenar la ropa, lavar los platos y tender la cama. La historia se repitió cada día, me había convertido en la esclava de mi propia independencia. Qué lejos quedaron los días en que cómodamente instalada en la casa de mis padres sólo me ocupaba de avisar si iba a llegar tarde.
Antes de que mi madre se jubilara, eran las empleadas las que me hacían olvidar el lado doméstico de la vida. Pero cuando mi mamá estuvo disponible las 24 horas, se convirtió en una suerte de asistente personal y yo en su mandona jefa (mismas Meryl Streep y Anne Hathaway en “The devil wears Prada”). “Que esté planchada la ropa para ir a la universidad, que el desayuno esté servido a las 7 con 15, que el baño a 36° con la toallita caliente esperándome”. Ella también era la encargada de mi vestuario (en esa época hacía teatro todos los sábados en la noche) y hasta ejercía las funciones de agenda y alarma. Si no hubiera sido por ella, a cuántas citas no hubiera llegado nunca!!!!
En fin, mi hermana decía que mi cordón umbilical con mi madre nunca se iba a cortar… hasta que decidí hacerlo yo el día que me mudé. Sólo que no contaba con que la vida me era tan fácil en gran parte por mi ma’. Regresando a los días de falsa independencia, recuerdo que al mes, viendo tele sentada en la cama, sin esperarlo siquiera, se asomó una lagrimita, ahí nomás bajaron un par más y... no lo pude controlar, me puse a llorar y lo único que decía era “quiero a mi mamá”.
Ha pasado casi 5 años desde ese episodio y siempre pensé que los años de independencia me habían curtido bien para afrontar lo que el matrimonia tenía reservado para mí. Llevo como 3 años de casada y sí que han sido una hazaña (lo digo por las tareas domésticas en realidad), especialmente porque no me gusta lavar los platos y Alfre tiene que hacerlo. Un día me esperó en la cocina y cual Anita la huerfanita proclamó su petitorio: “ya no aguanto más, ¡o compramos un lavavajillas o comemos en platos descartables!”.
A mi favor debo decir que me gusta el orden, así que voy detrás de Alfre recogiendo lo que deja tirado (como las toallas cuando acaba de bañarse o su abrigo, canguro y celulares cuando llega a la casa). Además que soy la anfitriona perfecta. Me muero si la mesa no está bien puesta, los piqueos, bebidas y la comida tienen que salir a tiempo y la ambientación tiene que decir algo... Es más, toda la semana anterior me la pasé organizando en la casa almuerzos, cenas y desayunos para la familia y amigos, ¡con la respectiva lavada de platos! Sin contar que tuve que lidiar con los técnicos que vinieron a reparar la bomba de agua, la terma de gas y el cable. Mi madre estaría tan orgullosa de mí…
De vuelta a mi realidad de hoy y viendo la cocina blanca más negra que nunca, me preguntó ¿qué, se supone que yo tengo que arreglar este desastre!!!!? Recuerdo los tiempos de niña bonita y me resigno a mis días de ama de casa desesperada. Lo bueno es que mañana regreso a trabajar y me olvidaré por fin de toallas, sartenes y aspiradoras, al menos por 8 horas.
6 comentarios: on "De niña bonita a ama de casa desesperada"
Y luego de las ocho horas todo volvera a estar como lo habias encontrado... Ni modo, la vida es asi y eso que no tienes hijos. Donde vivo no hay "ayudantes" porque no se puede pagar tanta carga social asi que caballero la mujer ingresa a la vida independiente con el chip de la organizacion incluido. No quejarse tanto querida ama de casa desesperada y destina 1 hora para esos menudos quehaceres y todo quedara de maravilla y ni lo sentiras.
y tu camino al sol? se te apagò? :(
nooo, todo sigue tal cual, no lavo ni una cucharita, solo se puso a ecribir noma
Pechito come papa: Camino al sol ya viene, recontra reloaded!!!
Anónimo: ayer no, pero hoy sí buuuuu
Pao!!!!!!!!!!!!!!!!!
Jajajajaja... Me he matado de risa con tu entrada.
Sí, eres la anfitriona perfecta. Nunca podemos quejarnos de tus atenciones. =)
Vaya, la independencia. Creo que ya me toca. =P espero llevarme mejor con ella. XD
Un beso
Fernandote
PD. Dios mío!!!! Si tu mamá no hubiera funcionado de agenda, ¿hubieras llegado más tarde a las reuniones de la universidad? jejejeje
La indepedencia es totalmente recomendable, es un gran cambio y vas a sentir el impacto, pero todo ayuda a conocerte un huevo... uno nunca terminará de crecer, so... Besos, Pao
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